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Electricidad y Petróleo. México y su futuro

Electricidad y Petróleo. México y su futuro

Eduardo Olivares Pérez, Ph.D. Consultor.
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El gobierno federal ha manifestado de diferentes maneras, vía publicaciones, conferencias, boletines, programas, el interés de fortalecer a PEMEX y CFE para procurar alcanzar una autosuficiencia energética, condición necesaria para la seguridad y soberanía energética, entendido esto como satisfacer la demanda de energía de manera interna sin la excesiva dependencia de terceros y externos, a efecto de garantizar el suministro de energías primarias y secundarias requeridas por la economía y la sociedad.
La intención es loable, plausible. Los contextos imperantes en la actualidad vuelven sumamente complejo lograr este propósito. En el caso de CFE, tenemos una empresa que desde su formación en 1937 ha evolucionado de manera positiva al paso del tiempo, hasta la reforma energética que la dejó tambaleando por las condiciones adversas a las que fue sometida. Al dividirla en empresas subsidiarias y filiales además de someterla a reglamentación desfavorable, le redujeron sus capacidades operativas, financieras, de inversión y de servicio.

Actualmente enfrenta serios problemas de eficiencia en su cadena de valor y economías de escala. Entre las regulaciones hostiles, algunas incluso desde antes de la reforma energética, está en que la CFE como un participante del mercado eléctrico mayorista (MEM) absorbía costos operativos imputables a otros actores con cargo a sus finanzas. También en el esquema de autoabastecimiento, que dio lugar a un irregular mercado encubierto, generadores privados accedieron a tarifas de porteo por debajo de los precios reales por el uso de las redes de transmisión y distribución de la CFE.

En cuanto a los productores externos de energía (PIE), se suscribieron contratos en condiciones desventajosas para la CFE, donde esta última se encargó de resolver muchas actividades de los proyectos, absorber riesgos, otorgar garantías, aún en casos de eventos fortuitos. Las pérdidas de energía de CFE, técnicas y no técnicas (robo de energía), siguen siendo altas. La cartera vencida (adeudos) continúa sin resolverse e incrementándose en varios estados de la república (para ejemplo Tabasco y Chiapas). Las metas de participación de energías limpias han sido difíciles de cumplir (transición energética).

En los estados de resultados financieros anuales de la CFE se han reportado pérdidas multimillonarias. Otro aspecto relevante es la imagen que tiene la sociedad de la CFE como principal prestador del suministro de energía eléctrica. Los apagones se han incrementado y los tiempos de respuesta se han prolongado. La atención ha sufrido una desmejora respecto a la de antaño. Preocupa porque hace quince años la percepción de ineficiencia, burocracia, hizo que la sociedad clamara por la desaparición de la compañía de Luz y Fuerza del Centro en el Valle de México y regiones donde operaba. Si en verdad la intención del actual gobierno federal es el rescate de CFE, todo apunta que no han logrado acertar en los cómos.
En el caso de PEMEX, está en una condición sumamente complicada. Desde la bonanza petrolera del sexenio de José López Portillo, cuando la preocupación era administrar la abundancia, ha sido esquilmado por los gobiernos en turno, literalmente despojándolo de casi la totalidad de sus ventas e ingresos con la justificación de requerirlos para fondear el presupuesto y gasto gubernamental, aunque es de sobra conocido los altos niveles de corrupción asociados a la petrolera.

A esto se le suma un sindicalismo divorciado de la productividad, eficiencia y transparencia. Gobierno, directivos, sindicato, políticos, trabajadores vieron en PEMEX a la gallina de los huevos de oro pero sin cuidar de ella. Las consecuencias son por demás evidentes. En México la producción de gas y petróleo ha caído a menos de la mitad en la última década.

El nivel de endeudamiento de PEMEX lo pone en una condición de virtual quiebra técnica. Sus condiciones operativas se dan en condiciones de riesgo por una falta de mantenimiento e inversión acumulada de años. No han habido descubrimientos de nuevos yacimientos grandes y prometedores que se acerquen siquiera a lo que fue Cantarell. El robo de combustible, huachicol, no solo no se controló, se ha incrementado. La obra emblema de este sexenio en el sector es la refinería Olmeca –Dos Bocas-. Es deseable procurar transformar a las materias primas –valor agregado- mediante bienes de capital. En vez de exportar petróleo crudo e importar gasolinas, conviene refinarlo nacionalmente. Las dudas son varias respecto a esta magna obra. Si la ubicación es la adecuada (inundaciones, logística). Si se contó con la ingeniería idónea. Si se contemplaron debidamente los aspectos ambientales. Si los procesos licitatorios se dieron con la transparencia y ética requeridas. Todo esto repercutirá de diferentes maneras.

En el costo total de la obra y en el costo por barril refinado (comparado con el costo de comprarlo en el extranjero), en la productividad, eficiencia, sustentabilidad y rentabilidad de la refinería.
Existen dos documentos del gobierno federal que marcan el rumbo del sector energético mexicano. Ambos son publicados por la Secretaría de Energía.

Uno es el Programa Sectorial de Energía (PROSENER) que versa sobre petróleo, gas y electricidad. El otro es el Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN) que contempla la planeación anual del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) con un horizonte a quince años y donde se plasma la política en materia de electricidad.

En dichos documentos se señalan los qué’s, pero no dicen con claridad los cómo’s. Estos no pasarán de ser un compendio de buenas intenciones si no se sortean importantes retos como la disponibilidad de recursos económicos, materiales y humanos suficientes e idóneos.

Uno de los principales es sin duda el financiamiento. Para dar mantenimiento y operar adecuadamente lo existente, para modernizar, construir nueva infraestructura, se requieren inversiones multimillonarias.

No se especifica en los documentos de dónde saldrán esas ingentes cantidades de dinero. La realidad actual es de precariedad presupuestal en PEMEX, CFE, CONAHCYT, INEEL, ININ. Otro tema importantes es el de la modernización de sistemas, procesos, gestión, a la par del reclutamiento y la capacitación integral del personal directivo, técnico y de apoyo.

Un aspecto fundamental para volver verdaderamente competitivas a estas dos empresas productivas del Estado es el liderazgo. No me refiero únicamente a las cabezas de CFE y PEMEX, hago alusión a todo el cuerpo directivo de empresas y sindicatos. El discurso del gobierno reiteradamente enfatiza en la importancia que estas empresas representan para el país.

Para rescatar a la CFE y a PEMEX se requiere ponerles el piso parejo en cuanto a regulación, normatividad, régimen fiscal. El respaldo del Estado para garantizar el quehacer y desempeño de ellas. Asignarle presupuesto suficiente e inteligentemente etiquetado y auditado.

Asegurar un liderazgo y dirección con enfoque estratégico en todos los niveles y procesos. Sindicatos valientes y propositivos que velen por los legítimos derechos de sus agremiados pero que también estén comprometidos con la productividad, honestidad y eficiencia. Se precisa de liderazgo genuino: visionario (capaz de ver y comunicar un futuro mejor que lo actual), ético (que se rija por valores y principios; honestidad, responsabilidad, servicio, respeto, entre otros), y competente (capaz de dar resultados a pesar de los obstáculos).

El liderazgo genuino inspira a la gente a hacer realidad una visión compartida a pesar de los obstáculos, con estrategias correctas y la moral en alto -buen clima organizacional-. Con penosa frecuencia hay directivos que optan por un patético “estilo” de liderazgo que combina la prepotencia, la incompetencia y la estupidez.

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Esto provoca en los subordinados tensión, estrés, angustia, frustración, y resentimiento. En cuanto a los resultados, pudieran funcionar por un corto tiempo estos esquemas, pero la historia y los ejemplos han demostrado que aplicando la ley del garrote más temprano que tarde se paga la factura. Los resultados se caen, no hay inspiración, compromiso, lealtad, iniciativa. Los trabajadores cuando mucho se concretan a hacer lo mínimo requerido. John C. Maxwell atinadamente señaló que todo se levanta o se cae debido al liderazgo, trátese de empresas, organizaciones, gobiernos.

Por otra parte, las naciones se han visto en la disyuntiva de que sus sectores energéticos dependan del Estado o del mercado. Dejar la energía, totalmente en manos de empresas privadas sería una apuesta arriesgada. Ellas podrían en determinadas coyunturas privilegiar sus utilidades y elevar los precios a niveles estratosféricos en perjuicio de los consumidores finales. Ya ha pasado y ocurre actualmente en varios países del mundo.

El mercado por sí solo, sin una regulación juiciosa, puede dar lugar a aberraciones donde el maximizar las ganancias de las empresas y accionistas pasa por encima del bien común.

Dejar el sector energético como monopolio estatal absoluto tampoco sería la mejor opción, porque sería difícil para cualquier gobierno hacer frente en solitario al colosal reto de expandir la infraestructura, en especial porque tiene variadas necesidades también prioritarias como salud, educación, seguridad, programas sociales, que consumen un gran porcentaje del presupuesto público. Los monopolios cualesquiera que sea su giro, privados o gubernamentales, al no tener competencia usualmente soslayan los conceptos de eficiencia, competitividad y el servicio al cliente.

Conviene que exista una participación mixta en el sector, pública y privada, con una adecuada regulación en beneficio de todos los mexicanos. La electricidad, los combustibles, son pilares del desarrollo económico y social.

El sector energético es un asunto vital, estratégico, de seguridad nacional, el cual requiere de la rectoría del Estado en aras de privilegiar el interés público. México precisa de empresas estatales, CFE y PEMEX, como herramienta de política pública. Fuertes, productivas, para evitar abusos y distorsiones del mercado, cuidar al consumidor y presionar los precios a la baja.

La iniciativa privada juega un rol importante como coadyuvante en el desarrollo del sector en lo financiero y tecnológico. También como incentivo, acicate, referente, en cuando a eficiencia y competitividad de las empresas participantes en el sector energético. Hay mucho por hacer y mejorar. Ojalá el gobierno actual no se tarde en atender en tiempo y forma estos retos. El tiempo apremia.

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