Energía
El futuro en juego El sector energético y la innovación
La demanda de energía eléctrica crece inexorablemente al paso del tiempo, pero suplirla es complejo, además de que en condiciones actuales conlleva una determinada afectación al medio ambiente
La energía es un elemento vital para el desarrollo económico y social de las naciones, así como para la calidad de vida de la población. Existe una evidente relación economía-energía. Estamos ante una paradoja: la demanda de energía eléctrica crece inexorablemente al paso del tiempo, pero suplirla es complejo, costoso, además de que en condiciones actuales conlleva una determinada afectación al medio ambiente. Por si fuera poco, las personas desean disfrutar de los beneficios de la electricidad, aunque una proporción de la población se opone a la construcción de las obras de infraestructura requeridas.
De momento no existe en el sector eléctrico tecnología cien por ciento limpia o inocua. Hasta las llamadas energías renovables conllevan asociados ciertos perjuicios colaterales. Lo deseable es que la generación, transmisión y distribución de la energía eléctrica sea con nulos o mínimos efectos ambientales. Esto se percibe al día de hoy como algo sumamente difícil de lograr. El ochenta por ciento de la energía que mueve al mundo proviene de combustibles fósiles. Varias de las energías limpias y renovables como la eólica y solar presentan problemas de intermitencia y carencia de inercia rotatoria que repercuten en la dificultad para programar el despacho de energía-potencia así como en la respuesta ante disturbios en el sistema eléctrico. La geotermia, mareomotriz, bioenergía y otras fuentes no convencionales tienen una presencia aún marginal por cuestiones de viabilidad técnico-económica. De no resolverse estas debilidades, varias de las renovables tendrán una limitada participación en los sistemas eléctricos interconectados. La aspiración inteligente y sensata de toda nación es asegurar la disponibilidad presente y futura de energía eléctrica que el desarrollo económico y social requiere en condiciones de suficiencia, calidad, precio, sustentabilidad, además de hacer un uso eficiente y responsable de la electricidad. En cuanto a suficiencia, se trata de contar con una matriz de generación diversificada que considere disponibilidad, confiabilidad, precio, sustentabilidad. Crecer en infraestructura; generación, conducción, transformación, a una tasa igual o mayor al de la demanda de energía y potencia y mantener un margen de reserva. Sobre calidad, se refiere a que la energía debe cumplir con los parámetros eléctricos de referencia (voltaje, frecuencia, sags, swells, armónicos) así como de continuidad –interrupciones–. En sustentabilidad, implica que la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica sea con nula o mínima afectación ambiental, además de mitigar o remediar las afectaciones. Tener precios competitivos de electricidad al final de la cadena de valor imprime competitividad empresarial, social y nacional. Lograr lo anteriormente señalado es extremadamente complicado. Veamos los escenarios. Continuar con la dependencia de combustibles fósiles nos llevará a seguir contaminando el medio ambiente e incidiendo en el calentamiento global, lo cual provoca el derretimiento de glaciares y polos, intensas sequías, desertificación, huracanes, incendios, inundaciones, progresivamente con mayor frecuencia e intensidad. Los efectos de la alteración climática ponen en riesgo a la humanidad y al planeta. Por otra parte, al continuar agotándose los combustibles fósiles, los precios se incrementarán progresivamente hasta llegar a niveles exorbitantes repercutiendo en los consumidores finales en un contexto de pronósticos reservados.
Hablemos ahora de innovación. El Manual de Oslo define que “una innovación es la introducción de un nuevo, o significativamente mejorado, producto, bien o servicio, de un proceso, de un nuevo método”. El alcance de la innovación, consiste en hacer las cosas nuevas que los clientes aprecian y valoran, no solo desarrollar nuevos productos, servicios, canales, sino también la concepción de nuevos procesos y modelos de negocios. Innovar permite no sólo mejorar las utilidades y beneficios, la innovación proporciona ventajas competitivas que aseguren la permanencia del modelo de negocio al paso del tiempo. En otras palabras, impacta en la supervivencia, consolidación y prosperidad de las organizaciones e inclusive de las sociedades. La cuestión estriba en cómo y en qué innovar. La innovación puede venir de invertir en investigación y desarrollo; investigación de mercados; la necesidad y la adversidad; compañías nuevas o existentes; la diversificación, inclusive de otra nación.
Existen básicamente tres tipos de innovaciones: incrementales o tradicionales; disruptivas de bajo segmento y disruptivas de nuevos mercados. Las innovaciones incrementales o tradicionales, son las que representan las mejoras, a veces relevantes, a productos disponibles o para satisfacer necesidades ya existentes. Usualmente se dan en empresas dentro del mercado que mejoran su producto como respuesta a las exigencias de los clientes que no reparan en el precio. La innovación incremental se manifiesta mediante pequeños cambios orientados a mejorar la funcionalidad y las prestaciones de productos, servicios, procesos, aunque no sean significativos en lo individual, al acumularse de manera sostenida dan lugar a un desarrollo permanente. Para ejemplos tenemos el control remoto de aparatos, el cajero automático, entre otros.
Las innovaciones disruptivas de bajo segmento son aquellas que cambian la percepción de un producto. La mejora desplaza a los productos disponibles en mercados por lo general maduros. Estas innovaciones representan una ruptura con lo ya establecido y dan lugar a nuevos productos o procesos que no son una evolución convencional de los previamente disponibles. Los cambios son radicales. Dentro de esta clasificación entran por ejemplo, la computadora portátil (laptop), las pantallas planas, las cámaras digitales, entre otros. Son productos que suelen venir de empresas que incursionan en el mercado desplazando a los productos existentes.
En la innovación disruptiva de nuevos mercados, no solo se crea un producto o servicio, también da lugar a nuevos mercados. Como ejemplos representativos está el GPS, el teléfono móvil, el itunes, entre otros, los cuales crean un nuevo mercado en el momento que se lanzan. Esta clase de innovación, inicialmente va focalizada a clientes exigentes dispuestos a pagar sobreprecios a veces representativos. Al paso del tiempo, pasan a ser estándares de mercado, dando lugar al ciclo de la mejora incremental tradicional. En esta clase de innovación, la velocidad de entrada y expansión en el mercado son relevantes. Entrar primeros no solo representa mayor participación en el mercado, también implica marcar la pauta sobre el cual la industria se desarrollará. La innovación se mide mediante los esfuerzos y resultados en esta materia. Entre los esfuerzos están: gasto público en educación en % del PIB; gastos en actividades científicas y tecnológicas e I+D en % del PIB; estructura de gastos en I+D; gastos en actividades de innovación en el sector privado; adquisición de conocimiento externo. Entre los resultados tenemos: patentes; tasa de innovación; publicaciones científicas; resultados económicos (PIB, Balanza Comercial, Productividad).

Requerimos con urgencia de innovación en el sector energético, preferentemente disruptiva. Nuestro presente y futuro precisa de innovación y desarrollo de tecnología que permita producir y utilizar la energía de manera más eficiente, limpia y barata. Nuevos inventos y desarrollos tecnológicos; supermateriales como el grafeno, superconductores, medios más limpios para generar y acumular energía de manera viable y factible en cantidad, precio, seguridad. Dispositivos eléctricos más eficientes. Necesitamos nuevas opciones para desplazar la dependencia de los combustibles fósiles. A nivel mundial la participación de la energía solar es del orden del 2 %. La eólica del 5 %. Aunque los costos de estas tecnologías han ido marcadamente a la baja al paso del tiempo y se les aprecia porque por cada KWH generado con renovables se evita quemar combustibles fósiles, la realidad es que con esa escasa participación y las limitantes técnicas que presentan no resolverán en el corto ni mediano plazo el problema de la demanda de electricidad. Después de las catástrofes de Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011 la energía nuclear ha visto socavado seriamente su prestigio y confianza. Lo deseable es contar con reactores nucleares más seguros, confiables, compactos, menos costosos y con un mejor manejo de residuos. La generación hidroeléctrica tiene gran potencial dado que existen múltiples sitios factibles de aprovechar, pero que requieren –al igual que otras tecnologías– proyectos que alcancen un equilibrio tecnológico, económico, social y ambiental. Otras energías no convencionales como la geotérmica, de los océanos, bioenergía, aún están a un nivel incipiente y requieren se trabaje intencionalmente para desarrollarlas. El hidrógeno verde luce prometedor, lo mismo que la generación distribuida limpia, las redes inteligentes, pero de igual manera precisan de innovaciones que catapulten estas tecnologías a niveles representativos y asequibles. La gran pregunta es ¿quiénes están preocupados y trabajando sobre estos importantes temas? Lamentablemente muy pocos. Se requiere en México y el mundo que de manera intencionada gobiernos, sector privado, laboratorios y centros de investigación, academia, sociedad civil, deliberada, vigorosa y eficazmente estén ocupados en este importante tema de la innovación en el sector energía, de manera colaborativa para lograr sinergias que permitan potenciar los recursos y capacidades. Una conjugación de atinadas políticas públicas, alianzas y consensos, privilegiando la ciencia, la ingeniería, el desarrollo de talento humano, en aras de tal fin. Nuestro futuro como humanidad dependerá en gran manera de las innovaciones tecnológicas, particularmente en el sector energético. Hacemos votos por que estas se den antes de que sea demasiado tarde.

Energía
Alianza Cox-Finsolar: nada seguro aún en México

La frase Alianza Cox-Finsolar: nada seguro aún describe con precisión el vaivén de versiones que siguió al anuncio de que ambas empresas destinarían 250 millones de dólares para desarrollar hasta 450 MW en proyectos solares y de almacenamiento en el país. Sobre el papel, se trataba de una jugada ambiciosa: una climate tech mexicana que escala su modelo hacia soluciones “360” y un gigante energético que busca consolidar su huella en el mercado industrial mexicano. Sin embargo, lo que nació como anuncio de gran alianza terminó rápidamente en terreno pantanoso, entre aclaraciones y deslindes públicos.
Lo que detonó la polémica fue la diferencia entre lo que Finsolar comunicó como una alianza ya encaminada y lo que Cox puso sobre la mesa después: que no había contratos firmados, ni un acuerdo en firme que soportara la narrativa de joint venture que algunos titulares sugirieron. La distancia entre ambas versiones no es un simple matiz semántico; abre una brecha de credibilidad en un sector donde cada megawatt anunciado pesa en la reputación frente a clientes, bancos y reguladores.
Qué hay detrás del anuncio de 250 mdd
El corazón del anuncio giraba en torno a un paquete de proyectos que, según la información difundida, se ubicarían en regiones donde la red eléctrica opera bajo fuerte estrés: sur-sureste, Bajío, occidente y corredores industriales del norte. La promesa era llevar soluciones integrales que combinaran generación fotovoltaica, sistemas BESS de almacenamiento, cogeneración y microredes bajo contratos de largo plazo, con un traje a la medida para empresas que necesitan energía más limpia y predecible.
En esa narrativa, la alianza apuntaba a empresas medianas y grandes que hoy enfrentan apagones, costos crecientes y una regulación cambiante. Para ellas, un socio que no solo instala paneles, sino que diseña, financia y opera la infraestructura, suena a salvavidas estratégico. Pero si la base contractual de ese “rescate” no está clara, el riesgo se traslada directamente al terreno de la confianza, un activo igual de caro que el propio capital.
El modelo Finsolar y la promesa del Solar-as-a-Service
En este tablero, Finsolar aparece como el jugador que mejor ha sabido leer la necesidad de las empresas que quieren energía solar sin inmovilizar presupuesto en CAPEX. Su propuesta gira en torno a proyectos de más de 500 kWp en techos de terceros, donde el usuario paga por la energía generada, reduce su factura eléctrica y sus emisiones, sin convertirse en dueño de los activos. Es un modelo que casi obliga a las empresas a mirar el Excel dos veces antes de decir que no.
Ese enfoque se inserta en la tendencia global del Solar-as-a-Service, donde el cliente corporativo firma contratos de suministro a largo plazo y delega en un tercero la responsabilidad tecnológica, financiera y operativa. En un México donde la gran escala de renovables enfrenta frenos regulatorios y la red muestra sus límites con cada ola de calor, la generación distribuida bien diseñada se convierte en una válvula de escape que aligera la carga del sistema y da margen de maniobra a la industria.
Cox Energy, el peso de Iberdrola y la cautela
Del otro lado del anuncio está Cox Energy, que no llega precisamente como jugador menor: su plan de inversión a 2030, sus activos en renovables y su avance en mercados como el mexicano la colocan como pieza relevante en el reordenamiento energético regional. La adquisición de activos de Iberdrola en México la terminó de posicionar como un actor con apetito por crecer y por ocupar el espacio que las grandes eléctricas tradicionales han ido dejando.
Por eso, la idea de una alianza con Finsolar parecía lógica: un socio con músculo financiero y experiencia en proyectos de gran escala junto a una climate tech con agilidad en generación distribuida. Lo que rompió el encanto fue la respuesta pública de Cox, al marcar que no hay documento vinculante que respalde la narrativa de una inversión cerrada de 250 millones de dólares. Ese frenón obligó a releer el anuncio inicial no como un punto de llegada, sino como una intención adelantada.
Comunicación, gobernanza y una alianza en suspenso
En el fondo, la Alianza Cox-Finsolar: nada seguro aún se ha convertido en un caso test de gobernanza corporativa y manejo de expectativas en el sector energético mexicano. En un entorno altamente regulado, con proyectos intensivos en capital y vigilancia creciente sobre el greenwashing, anunciar más de la cuenta no es solo un desliz de forma: puede encarecer financiamientos, enfriar a potenciales clientes y encender alertas en el ecosistema.
La lección que deja este episodio es incómoda, pero necesaria: la transición energética no se construye solo con buenas intenciones y cifras redondas en dólares; requiere contratos claros, mensajes consistentes y un respeto absoluto por la delgada línea entre “estamos en pláticas” y “tenemos una alianza firmada y financiada”. Mientras esa línea siga borrosa, los proyectos seguirán pareciendo más notas de presentación que compromisos reales sobre el terreno.
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Energía
Política energética no viola T-MEC afirma Presidenta

En su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum dejó claro que el rumbo de la política energética no se mueve un milímetro, pese a las advertencias de empresas y legisladores de Estados Unidos y Canadá. Desde el estrado, la mandataria insistió en que las decisiones en materia eléctrica y de hidrocarburos son facultad soberana del Estado mexicano y que, en su lectura, no existen violaciones al tratado comercial vigente con Norteamérica. El mensaje buscó enviar una señal de firmeza hacia afuera y de continuidad hacia adentro: la reforma eléctrica y el nuevo modelo de mercado permanecen, aun cuando crece la presión diplomática y empresarial. Política energética no viola T-MEC afirma Presidenta, por lo tanto.
Presión empresarial y la narrativa del “mercado cerrado”
Del otro lado de la frontera, más de 14 mil firmas manufactureras agrupadas en la National Association of Manufacturers (NAM) acusan que las reglas mexicanas han “cerrado” el mercado a productores y distribuidores de energía de Estados Unidos, encarecen proyectos industriales y complican nuevas inversiones. En sus comunicaciones a Washington, estas empresas sostienen que las reformas de 2024 profundizaron los problemas ya señalados en las consultas energéticas de 2022 bajo el acuerdo comercial norteamericano, al fortalecer el papel de la CFE en el despacho y elevar la incertidumbre regulatoria para el capital privado. Para los fabricantes, el acceso a energía confiable y asequible se ha convertido en un obstáculo estratégico, al tiempo que ven con recelo que el rediseño del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) esté guiado por una lógica de planeación estatal que, en su opinión, limita su margen de maniobra.
Política energética no viola T-MEC afirma Presidenta, ideología y soberanía en disputa
La reforma constitucional y el paquete de leyes secundarias aprobados entre 2024 y 2025 reconfiguraron el sector eléctrico al devolver a la Comisión Federal de Electricidad un rol predominante en generación y despacho, al tiempo que estrecharon la ventana de entrada para nuevos proyectos privados. Gobiernos y asociaciones de Estados Unidos y Canadá sostienen que este giro favorece estructuralmente a las empresas del Estado mexicano y choca con los compromisos de trato no discriminatorio asumidos en el acuerdo regional, lo que ha detonado consultas y amenazas de escalar a paneles de controversia. Desde Palacio, sin embargo, la respuesta es tajante: las críticas tienen un trasfondo ideológico y político, más que jurídico, y buscan cuestionar un modelo que prioriza la seguridad energética nacional sobre la desregulación plena del mercado.
En ese mismo tono, el mensaje central se repite como un estribillo calculado: Política energética no viola T-MEC afirma Presidenta, y por tanto no hay marcha atrás ni ventana para renegociar lo ya aprobado en el Congreso mexicano. La narrativa oficial se apoya en la idea de que el tratado reconoce la soberanía de cada país para organizar estratégicamente sectores considerados clave, y que la interpretación extensiva de las reglas comerciales por parte de grupos empresariales sólo busca revertir la apuesta de México por un esquema con mayor peso estatal. Política energética no viola T-MEC afirma Presidenta, insiste el gobierno, mientras advierte que ceder en este punto enviaría una señal de debilidad de cara a la revisión formal del acuerdo prevista para 2026.
El nuevo mapa de permisos y la lógica de la red
Bajo el nuevo modelo, ya no es el desarrollador quien decide dónde construir una planta y luego exige capacidad de transmisión, sino que la Secretaría de Energía define las zonas donde hacen falta proyectos y convoca a la inversión privada bajo criterios técnicos. La instrucción es clara: evitar que centrales aisladas saturen nodos frágiles de la red y, al mismo tiempo, orientar la capacidad nueva hacia polos industriales y corredores prioritarios, con la CFE manteniendo el timón del despacho. Para los críticos, esta recentralización de decisiones erosiona la autonomía regulatoria y desalienta proyectos que dependen de certidumbre a largo plazo, mientras que para el gobierno se trata de poner orden allí donde predominaba una expansión descoordinada.
La autoridad energética también ha endurecido los requisitos técnicos para que las renovables se integren sin desestabilizar el sistema, exigiendo almacenamiento con baterías y esquemas de conexión que mitiguen las variaciones en generación solar y eólica. La apuesta oficial combina un discurso de transición energética con una defensa cerrada del control estatal de la red, en un equilibrio delicado que aún no termina de convencer a inversionistas que miran el reloj de la descarbonización global.
Regularización de contratos y señales cruzadas a la inversión
En paralelo, el gobierno avanza en la regularización de viejos contratos de autoabasto, varios de ellos vinculados a grandes consorcios extranjeros que operaban al límite de la legalidad según la lectura de las autoridades mexicanas. La venta del portafolio de plantas de Iberdrola a un nuevo operador se convirtió en caso emblemático: el mensaje fue que, quien quiera seguir en el negocio, debe alinearse al nuevo marco y renegociar bajo las reglas que colocan a la CFE como actor ineludible.
Mientras tanto, cámaras empresariales y analistas advierten que la combinación de mayor control estatal, reglas cambiantes y tensiones comerciales con socios de Norteamérica puede encarecer el financiamiento y retrasar proyectos clave para aliviar cuellos de botella de transmisión y generación. El gobierno responde que, con planeación centralizada y contratos bien diseñados, México podrá atraer inversiones que acepten jugar bajo estas condiciones, aun cuando parte del capital más impaciente mire hacia otros destinos. En ese pulso se juega no sólo el futuro del sector eléctrico, sino la capacidad del país para aprovechar la relocalización industrial sin ceder el control estratégico de su energía.
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Energía
Transición a las energías limpias en México: ¿qué retos enfrenta la infraestructura eléctrica según la CFE?

La transición a las energías limpias en México avanza con una demanda creciente de infraestructura moderna, eficiente y segura. Directivos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) destacaron que este proceso requiere proyectos con visión técnica y sensibilidad social y ambiental, en línea con las necesidades del sistema eléctrico nacional.
En el Primer Encuentro Nacional de Residencias Regionales, Generales y Centros de Anteproyectos de la Dirección de Ingeniería y Proyectos de Infraestructura (DIPI), la CFE subrayó que la coordinación interna es clave para avanzar hacia un mismo objetivo. El encuentro reunió a áreas estratégicas que buscan fortalecer la integración operativa mediante el intercambio de experiencias y mejores prácticas.
¿Qué papel tiene la DIPI en el desarrollo de proyectos eléctricos?
La CFE explicó que la DIPI concentra el desarrollo integral de los proyectos eléctricos de todas las áreas de producción de la empresa. Esta dirección funge como un eje estratégico que sostiene la mejora del sistema eléctrico nacional y coordina los esfuerzos para responder a las necesidades técnicas y sociales del sector.
Los directivos señalaron que la empresa opera en un escenario de transformación profunda del sector energético. El crecimiento del país exige que la infraestructura eléctrica avance al mismo ritmo, por lo que la CFE asume el compromiso de ampliar y modernizar sus proyectos con orden y responsabilidad técnica.
¿Qué metas establece el Plan de Desarrollo Eléctrico 2025-2030?
Un análisis de México, ¿Cómo Vamos?, elaborado por la especialista en energía Rosanety Barrios, detalla que el Plan de Desarrollo Eléctrico 2025-2030 (PLADESE), publicado en el Diario Oficial de la Federación, contempla duplicar la capacidad instalada de energía renovable.
El plan prevé agregar 28,004 MW sin incluir almacenamiento, de los cuales cerca del 80% provendrá de fuentes limpias o renovables. Esto representa una expansión significativa orientada a fortalecer la transición a las energías limpias en México durante los próximos años.
La inversión estimada para las centrales con participación estatal asciende a 23 mil 362 millones de dólares, cifra que se complementará con recursos destinados a transmisión y distribución. El análisis indica que la mayor parte del financiamiento deberá provenir de la iniciativa privada.

¿Qué metas establece el Plan de Desarrollo Eléctrico 2025-2030?
¿Cuáles son los objetivos internacionales en generación limpia?
El país busca alcanzar un 38% de generación eléctrica limpia conforme a sus compromisos internacionales. Actualmente, entre enero y septiembre de 2025, el 77% de la generación depende de combustibles fósiles y el 23% corresponde a fuentes limpias.
El crecimiento anual de la demanda eléctrica se estima en 2.5% entre 2024 y 2038, un ritmo alineado con un crecimiento económico equivalente. Para cumplir las metas de expansión, el análisis destaca que el éxito dependerá de la claridad en los contratos, la agilidad del Estado para coordinar convocatorias de participación privada y la eficiencia operativa de las plantas.
¿Cuáles son los riesgos y ventajas para el sector energético?
El estudio señala riesgos sistémicos relacionados con la independencia judicial y el proceso de revisión del T-MEC, factores que pueden influir en el ambiente regulatorio y la certidumbre para inversiones de largo plazo.
Sin embargo, también identifica ventajas derivadas de la relación comercial con Estados Unidos, especialmente en un contexto de relocalización industrial que puede incrementar la demanda energética y abrir nuevas oportunidades para la transición a las energías limpias en México.
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