Contaminación del aire y los riesgos para la salud mental
Actualmente vivimos en una sociedad que se preocupa crecientemente por su salud. Pero si bien es cierto que cada vez más personas se ocupan en mantener una dieta equilibrada, se interesan por la procedencia y valor nutricional de los alimentos que consumen, o por equilibrar un estilo de vida sedentario con la actividad física, no es menos cierto que, pese los continuos avisos de entidades científicas y civiles sobre las consecuencias de la contaminación atmosférica, esta es una cuestión que, pese a sus consecuencias, por alguna extraña razón no termina de calar entre las preocupaciones generales de la sociedad en materia de salud.
Sabemos que más del 90% de las personas respira aire contaminado, que esta polución es la causante de entre 9 y 33 millones de visitas anuales a las salas de urgencias de todo el mundo, así como de la muerte de más de 7 millones de personas al año.
Otros estudios realizados en los 2 últimos años sobre la contaminación del aire muestran del mismo modo una fuerte relación de esta con el aumento de ataques cardíacos y cerebro-vasculares, con el incremento del asma infantil, o como un importante factor de riesgo en casos de infección por coronavirus.
De la misma manera, otras investigaciones también vienen relacionando los efectos de la contaminación del aire con la salud mental de las personas. Estudios anteriores ya sugerían, por ejemplo, un posible vínculo entre la exposición a la contaminación ambiental y un aumento en la prevalencia de trastornos psiquiátricos. Este otro trabajo ha asociado la presencia de nanopartículas contaminantes presentes en el aire con daños en la estructura del cerebro similares a los provocados por el alzhéimer.
Ahora una nueva investigación publicada en The Lancet Planetary Health y llevada a cabo por las escuelas de salud pública Rollins y Mailman de las universidades de Emory y Columbia respectivamente, acaba de dar a luz un trabajo sin precedentes por la gran e incomparable cantidad de datos con estudios anteriores, que constituye el primer análisis a nivel nacional del vínculo entre la contaminación por partículas finas -PM 2.5- y las enfermedades neurodegenerativas en los Estados Unidos.
“Nuestro estudio se basa en una pequeña pero emergente evidencia de que la exposición a las partículas PM 2.5 a largo plazo están relacionadas con un mayor riesgo de deterioro de la salud neurológica, incluso a concentraciones de PM 2.5 muy por debajo de los estándares nacionales actuales” explica Xiao Wu, estudiante de doctorado en bioestadística en la Harvard Chan School y autor principal de el estudio.
Trabajando con una muestra de más de 63 millones de beneficiarios del programa de cobertura de la Seguridad Social -Medicare- de los Estados Unidos, los investigadores analizaron durante el periodo 2000-2016 los datos de varias admisiones hospitalarias y los vincularon con las concentraciones estimadas de PM 2.5 por código postal.
Teniendo en cuenta otros los posibles factores susceptibles de aportar ruido a los datos, como el nivel socioeconómico, encontraron que, por cada aumento de 5 microgramos por metro cúbico de aire (μg / m3) en las concentraciones anuales de PM2.5, se correspondía un aumento en el 13% del riesgo de ingresos hospitalarios para la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer y otras demencias relacionadas. Este riesgo se mantuvo elevado incluso por debajo de los niveles supuestamente seguros de exposición a PM 2.5 que, según los estándares actuales de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos -EPA- se sitúan en un promedio anual de 12 μg / m3.
El estudio también encontró que las mujeres, los blancos y los habitantes de áreas urbanas eran particularmente susceptibles a los efectos de la contaminación, evidenciando que los sujetos más susceptibles de verse afectados por las enfermedades de Alzheimer y Párkinson fueron las personas de avanzada de edad. “Nuestro estudio, realizado a nivel nacional, muestra que los estándares actuales no protegen lo suficiente una población estadounidense cada vez más envejecida, lo que destaca la necesidad de establecer nuevos estándares y políticas más estrictos que ayuden a reducir aún más las concentraciones de PM2.5 y mejorar la calidad del aire en general”, concluye Antonella Zanobetti, coautora de la investigación, a modo de corolario.
Con información de National Geographic