Energía
Deuda de Pemex y CFE creció ocho veces en 2020
En los primeros 11 meses de 2020, el endeudamiento neto de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) creció casi ocho veces el monto reportado en el mismo periodo de 2019, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Entre enero y noviembre, la deuda neta de ambas empresas productivas del Estado ascendió a 221 mil 781.7 millones de pesos, cifra que contrasta con lo observado en el mismo periodo de 2019, cuando la dependencia federal señaló que hubo una disminución de 28 mil 551.7 millones de pesos.
El aumento del endeudamiento neto se explicó porque la petrolera aumentó su monto de deuda en los primeros 11 meses de 2020 en 209 mil 21.9 millones de pesos, cifra que se traduce en un crecimiento casi siete veces más que la cifra negativa observada en el mismo lapso de 2019.
La deuda neta de CFE en el periodo referido se ubicó en 12 mil 759.8 millones de pesos, que representa un aumento de casi nueve veces el monto reportado por Hacienda para el año antepasado.
De acuerdo con los datos de la dependencia federal, los intereses y gastos de la deuda de ambas empresas estatales fue de 142 mil 883.2 millones de pesos, un incremento de 8.6 por ciento en términos reales respecto al mismo periodo de 2019.
De manera interna creció 87.6 por ciento real anual entre enero y noviembre, pues se ubicó en 21 mil 751.7 millones de pesos, mientras que los intereses externos aumentaron uno por ciento en términos reales, respecto al mismo lapso de 2019, ya que sumaron 121 mil 131.5 millones de pesos.
La información publicada por Hacienda muestra que los intereses y gastos de la deuda pagados por Pemex en el periodo referido fueron por 121 mil 372.1 millones de pesos, que significó un aumento de12.8 por ciento real; es decir, al descontar el efecto de la inflación, respecto a los primeros 11 meses de 2020.
Caso contrario sucedió con la compañía eléctrica del Estado, pues el pago por el mismo concepto ascendió a 21 mil 511.1 millones de pesos, lo que se tradujo en una caída de 10 puntos porcentuales en términos reales respecto al lapso enero-noviembre de 2019.
El gasto de operación de Pemex y CFE juntas ascendió a 395 mil 381.2 millones de pesos, monto que significó un retroceso de 16.5 por ciento en términos reales en comparación con los primeros 11 meses de 2019.
Los gastos de operación de CFE observaron la mayor caída en el periodo señalado de 2020, pues este fue de 282 mil 694.1 millones de pesos; es decir, una contracción de20.8 por ciento real frente al mismo lapso de 2019.
En el mismo concepto, Pemex vio reducir su erogación 3.5 por ciento en términos reales frente a los primeros once meses de 2019, ya que se ubicó en un total de 112 mil 687.0 millones de pesos.
La inversión física de ambas compañías estatales fue de 220 mil 032.2 millones de pesos, monto que se tradujo en una contracción de 1.9 por ciento respecto al mismo periodo de 2019.
La empresa que reportó una mayor caída en este rubro fue CFE con 4.2 por ciento.
La SHCP señaló que la inversión financiera de Pemex y CFE sumó 18 mil 105.4 millones de pesos en la primera oncena de meses de 2020, cifra que se tradujo en un incremento de 71.3 por ciento respecto a igual rango del año precedente.
Con información de La Jornada
Energía
México y EE. UU. acuerdan cooperación en biocombustibles

El que México y EE. UU. acuerdan cooperación en biocombustibles señala un nuevo rumbo en la agenda energética-agroindustrial de ambas países. La declaración fue adelantada por la secretaria de Energía, Luz Elena González Escobar en su cuenta de X, quien señaló que ambas naciones buscarán alinearse para impulsar la producción y el uso de combustibles renovables derivados de biomasa.
Una alianza estratégica para el futuro energético
En una reunión privada celebrada esta semana, México y EE. UU. trazaron un plan conjunto que permitirá avanzar de forma coordinada en el desarrollo de biocombustibles como parte de su estrategia de seguridad energética. Según fuentes oficiales, el acuerdo fortalece la relación bilateral en un momento en que la matriz energética global se redefine. El documento de intenciones incluye transferencia tecnológica, diseño de estándares de mezcla y el impulso a mercados de bioetanol y biodiesel.
México y EE. UU. acuerdan cooperación en biocombustibles
Se debe subrayar la magnitud de esta decisión y su impacto estructural. México y EE. UU. acuerdan cooperación en biocombustibles, articulando de este modo un conjunto de políticas industriales, agrícolas y de energía que hasta hoy habían avanzado por vías apartadas. En la práctica, este entendimiento es el resultado de trazar un puente entre la producción agrícola mexicana y la cadena de valor de combustibles alternativos que el vecino país del norte demandará en los próximos años.
Visión oficial y contexto regulatorio
Con la guía de la Secretaría de Energía (SENER), el gobierno mexicano ha iniciado una nueva fase regulatoria que incluye la ley de biocombustibles y reformas en materia de hidrocarburos. Estas reformas crean el marco jurídico para que proyectos agrícolas y energéticos converjan en una industria emergente. En este contexto, EE. UU. aportará experiencia, estándares y mercados listos para absorber productos derivados de biomasa mexicana.
Los protagonistas detrás del acuerdo
La reunión contó con la participación de altos funcionarios de ambos países. Entre ellos, la representante estadounidense Brooke Rollins y el subsecretario Luke J. Lindberg, quienes trabajaron junto con las contrapartes mexicanas para delinear los primeros pasos del acuerdo. Una de las fuentes consultadas describió el encuentro como “constructivo y cargado de posibilidades para la cadena agro-energética Norteamericana”.
Oportunidades y desafíos inmediatos
Este tipo de colaboración abre varias oportunidades: diversificación de fuentes energéticas, valor agregado para productos agrícolas mexicanos y mayor integración comercial con Norteamérica. Sin embargo, no está exenta de retos: las infraestructuras para el procesamiento de biomasa en México aún requieren inversión; los estándares técnicos deben ajustarse; y la coordinación logística entre ambos países será clave para evitar cuellos de botella.
Hacia una nueva era energética
Mientras otros temas globales dominan la agenda internacional, este entendimiento refuerza la idea de que la energía del futuro ya no se limita a petróleo o gas: la biomasa, el etanol y otros combustibles alternativos ganan terreno. México y EE. UU. acuerdan cooperación en biocombustibles al colocar un nuevo activo estratégico en su colaboración energética mutua. Si se ejecuta con visión y disciplina, podría marcar un antes y un después en la integración norteamericana y en el papel de México como actor relevante en esta nueva cadena de valor.
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Energía
México y su papel en la Guerra Energética que viene

México y su papel en la Guerra Energética que viene cobra cada día mayor relevancia en un mundo que disputa no solo el poder, sino el control del futuro. Entre el petróleo y el litio, la región podría definir buena parte del rumbo energético de las próximas décadas.
La nueva frontera de poder global
La reunión entre Donald Trump y Xi Jinping que tuvo lugar en Busan no fue un simple gesto diplomático. Representa el más reciente capítulo de una larga confrontación: la lucha por quién dictará las reglas del nuevo orden energético global. Detrás de los aranceles y las declaraciones, hay una pugna más profunda: la de los recursos, las tecnologías y la capacidad para sostener la transición energética.
Estados Unidos y China, potencias antagónicas en casi todo, han decidido apostar por caminos distintos, pero igual de estratégicos. Mientras Washington reactiva su músculo fósil, Beijing lidera la revolución de las energías limpias. La competencia no es solo comercial, es civilizatoria.
Fósiles vs. renovables: un juego de espejos
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha vuelto a colocar al petróleo y al gas en el centro de la política económica estadounidense. Con reservas abundantes, infraestructura poderosa y décadas de dominio tecnológico, su apuesta se presenta como una defensa de la soberanía industrial.
China, en cambio, juega en otro tablero. Con menos hidrocarburos, pero con una posición dominante en minerales críticos y manufactura avanzada, ha decidido convertir su déficit energético en una ventaja industrial. No es romanticismo verde, es el control de las cadenas de valor: baterías, paneles solares, turbinas eólicas y vehículos eléctricos.
Según datos recientes, las exportaciones energéticas de EE. UU. alcanzaron los 80 mil millones de dólares entre enero y julio de 2025. China, por su parte, superó los 120 mil millones con su venta global de tecnologías limpias y almacenamiento energético. La balanza, por ahora, se inclina hacia Oriente.
Latinoamérica: la pieza que falta en el tablero
En medio de esta guerra silenciosa, México y su papel en la Guerra Energética que viene adquiere una importancia aún inédita. Latinoamérica por fuerza tendrá que ver, el Cono Sur concentra el 60 % del litio mundial, Chile y Perú son potencias cupríferas; mientras tanto, México posee los dos aspectos energético: productor de crudo y potencial exportador de hidrógeno y otras fuentes verdes.
Pero pese a este poderío, la región, México en específico, sigue al margen, oscilando entre políticas extractivistas del siglo XX y ambiciones verdes que aún no logran articularse con una visión geopolítica.
El dilema es claro: ¿convertirse en proveedores de materias primas o en socios estratégicos en las cadenas de valor global?
México entre dos fuegos
México podría convertirse en el puente entre las dos grandes potencias. Exportadores de petróleo a Estados Unidos y, al mismo tiempo, podría integrarse a las cadenas industriales impulsadas por China en electromovilidad y energías limpias. Sin embargo, la política energética actual enfrenta tensiones entre la seguridad nacional, la inversión privada y los compromisos climáticos.
El tablero se mueve, el reloj también
La “Guerra Energética” no será corta ni limpia. No se libra con tanques ni misiles, sino con minerales, patentes y tratados comerciales. Cada país busca asegurar su autonomía tecnológica, proteger sus intereses estratégicos y ganar tiempo frente al inevitable reordenamiento global.
Para América Latina, el desafío es doble: resistir las presiones de alineamiento y construir un modelo propio que combine independencia, innovación y justicia ambiental. Porque mientras Trump y Xi negocian el precio del futuro, la región aún no decide si quiere ser jugador o terreno de juego.
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