Electricidad, pilar estratégico del desarrollo
Mientras la demanda energética va en constante aumento, el mundo enfrenta complejidades de diferente índole
Eduardo Olivares Pérez, Ph.D. Consultor.
La energía es un tema por demás relevante en la agenda económica, política, social y medioambiental a nivel mundial. Es el común denominador del desarrollo a lo largo de la historia. Mientras la demanda energética va en constante aumento, el mundo enfrenta complejidades de diferente índole. A medida que un país crece, se precisa de más energía, presentándose una interrelación economía-energía. La energía es un insumo esencial para la sociedad; su disponibilidad y abastecimiento influyen directamente en el crecimiento social y económico, y en consecuencia en la calidad de vida de la población. La falta de acceso a fuentes y redes de energía confiables y sustentables constituye una limitación riesgosa para cualquier sociedad. El desafío de todo país es contar con recursos energéticos para apoyar el desarrollo. Dado que la electricidad es un elemento fundamental para el progreso, conviene que el sector eléctrico esté debidamente regulado para asegurar la disponibilidad presente y futura de energía eléctrica en condiciones de suficiencia –cantidad–, calidad –parámetros eléctricos–, precio –competitivo– y sustentabilidad –mínima contaminación ambiental–. Este argumento justifica la iniciativa de reforma eléctrica que actualmente se discute en México para proceder a su eventual aprobación. No se puede ni debe dejar el sector eléctrico, la disponibilidad y precio de la electricidad, a merced de un mercado dominado por transnacionales cuya prioridad son sus utilidades y el valor de sus acciones en las bolsas de valores, no el desarrollo nacional ni el impacto social y medioambiental. Un sector eléctrico mixto como se propone, Estado-Privados, con una adecuada regulación privilegiando el interés público, se percibe como un buen esquema donde todos salen –salimos– ganando.
De acuerdo a reportes de la Agencia Internacional de Energía, la generación de electricidad mundial en las últimas cuatro décadas creció en una tasa media anual del 3.3%. Con este crecimiento, cada 22 años se requiere duplicar la capacidad de generación con toda la infraestructura asociada. Este aumento se debe a la proliferación de cada vez más artefactos eléctricos, al desarrollo de calefacción eléctrica en países, y a los programas de electrificación en naciones en desarrollo. La energía que mueve al mundo se sustenta predominantemente en combustibles fósiles, alrededor del 80%. Esto impacta severamente en la contaminación ambiental y en el calentamiento global. En cuanto a energía eléctrica, la proporción de la producción mundial de electricidad a partir de combustibles fósiles pasó del 75.2% en 1973 al 63.2% en 2019 debido principalmente a un movimiento progresivo alejándose del petróleo, que pasó del 24.8% al 2.8%, aunque en contraparte el uso del gas natural al aumentar de 12.1% en 1973 a 23.6% en 2019 casi se duplicó, dado que es un energético eficiente, de baja contaminación y relativamente económico –mientras los precios internacionales no se disparen–. La generación nuclear de electricidad, pasó de 3.3% en el año 1973 al 18% en el año 1996. Ha ido disminuyendo y representó el 10.4% en el año 2019 debido principalmente a los accidentes de Three Mile Island en 1979, Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011, que afectaron la imagen y percepción de esta tecnología.
Generación mundial de electricidad por fuente de energía (Fuente AIE)
(GRÁFICO)
La proporción del carbón disminuyó ligeramente de 38.3% a 36.7% en 2019. La energía hidroeléctrica decreció de 20.9% a 15.7% en el mismo periodo, principalmente porque existe fuerte oposición social y ambiental a construir presas hidroeléctricas, además de las sequías recurrentes. Las energías renovables llamadas en el pasado no convencionales; solar, eólica, geotérmica, biocombustibles y residuos en 2019 representaron apenas el 10.8% de la producción mundial de electricidad. Si se incluye la generación hidroeléctrica, en total es del orden del 26.5%.
Dejar de depender de combustibles fósiles precisa de innovaciones tecnológicas en otras fuentes de energía que puedan desplazarlos de manera técnica y económicamente factible. Los especialistas señalan que aún habrá petróleo para unos años más, con la salvedad de que el que se explotaba de manera barata y cuantiosa cada vez es más escaso. Los yacimientos se están encontrando a mayor profundidad en tierra y costa afuera –extraerlo cuesta mucho más dinero–, lo mismo que los que requieren tecnología cuestionada como las lutitas –fracking–, que enfrentan severos señalamientos ambientales. De continuar la dependencia en los combustibles fósiles, cuando el costo de extracción sea considerablemente mayor, esto impactará severamente en los precios de los combustibles y de la electricidad en particular a los consumidores finales. Varias energías renovables tienen de momento como debilidad la intermitencia y carecer de inercia rotatoria, lo cual combinado pone en riesgo la estabilidad de los sistemas eléctricos interconectados. Mientras no se resuelvan estas problemáticas, estará limitada la integración de las mismas. Actualmente la energía solar tiene una participación del 2.61% y la eólica del 5.31% en la generación de la energía que se consume en el mundo. Aunque los costos han ido marcadamente a la baja en las últimas décadas, con esta escasa participación y las limitaciones técnicas que presentan, no resolverán en el corto ni mediano plazo el problema de la demanda mundial de electricidad ni el de descarbonizar el sector eléctrico. Con la tecnología disponible, no es posible pensar en grandes sistemas eléctricos abastecidos por renovables al 100%. El almacenamiento masivo de energía es aún muy costoso e insuficiente para mitigar totalmente la intermitencia. Actualmente se puede lograr una alta participación de renovables en los sistemas eléctricos con fuertes inversiones y por cortos periodos de tiempo, no de manera permanente. Apremia mayor investigación y desarrollo tecnológico que de lugar a innovaciones preferentemente disruptivas que permitan generar, gestionar y utilizar la energía eléctrica de manera más eficiente, limpia y barata. Mientras eso sucede, la energía nuclear se percibe como una opción prometedora para hacer frente al crecimiento de la demanda con tecnología y reactores nucleares de última generación, más seguros, compactos, menos costosos y con un mejor manejo de residuos. El hidrógeno se vislumbra potencialmente como un disruptor en la generación de energía limpia pero al igual que otras fuentes no convencionales precisa de innovaciones que las catapulten a niveles representativos y asequibles. El uso y demanda de electricidad irá en aumento al paso del tiempo. Cada vez más dispositivos de todo tipo en hogares, industria, servicios, incluso autos y vehículos de transporte, operan y operarán con electricidad, lo cual la convierte en un insumo imprescindible.
Se necesita promover e implantar una nueva cultura en cuanto a la manera –actitud– con la que hacemos uso de la energía. En México se requiere sensibilizar –persuadir– eficazmente a la población para utilizar de manera eficiente de la electricidad, así como evitar usos irregulares (robo, no pago), y oposición a la expansión de infraestructura eléctrica. Muchos quieren el confort que brinda la energía eléctrica pero no están de acuerdo en que se construyan las centrales y la infraestructura eléctrica requeridas para asegurar la suficiencia presente y futura de este vital servicio. Peor aún, hay quienes se resisten a pagar sus recibos de consumo.
Es imperativo que los proyectos de energía alcancen un equilibrio tecnológico, económico, social y ambiental, lo mismo que alcanzar consensos y colaboración para bien del sector: gobierno, iniciativa privada, academia, colegios, organizaciones y sociedad. La sinergia ayuda a hacerle frente a los retos, por ejemplo la integración de más energías renovables en el sistema eléctrico interconectado nacional en condiciones adecuadas en lo técnico y económico.
El incremento de la dependencia energética y los conflictos de carácter geoestratégico ligados a productos energéticos –para muestra evidente está el reciente conflicto Rusia-Ucrania–, han realzado la importancia de los sectores eléctrico y petrolero. Para muchos países la energía es tema estratégico y un asunto de seguridad nacional. México no puede sustraerse de ese enfoque y perspectiva. Hace bien en procurar una adecuada regulación del sector eléctrico en beneficio de todos los mexicanos. Es definitivo, la electricidad es pilar del desarrollo económico y social. Vale más que lo comprendamos y abonemos todos para contar con un sector eléctrico mexicano fuerte, suficiente, competitivo y sustentable.